La Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas en Sud América el 9 de julio de 1816 en san Miguel de Tucumán cerró un ciclo de poco más de seis años inicia el 25 de mayo de 1810 que sostenía la idea de emancipación para los territorios colonizados por España desde el siglo XV.
La marea de las restauraciones monárquicas jugaron en contra a las incipientes naciones que detentaban el poder pero carecían de un ejército bien estructurado y unas lealtades internas duraderas. La Proclama de Tiahuanaco en 1811 por iniciativa de Juan José Castelli tuvo por objeto la igualdad entre todos los hombres, indígenas y criollos para así sumar a los pueblos indígenas a la lucha por la independencia siendo estos los más golpeados por el yugo español en las actuales regiones de Paraguay y Bolivia. La Asamblea del Año XIII fue otro paso en la misma dirección: la proclama de la Libertad de Vientres junto a la invocación de símbolos patrios como la bandera, el escudo y el himno nacional junto a proyectos de constituciones de tono liberal en la línea de El Federalista americano.
La reunión en la casa de Francisca Bazán de Laguna, una viuda patricia, fue el lugar elegido y consensuado para evitar privilegios a algunos congresales. Desde el mes de marzo se convocó a la redacción de la proclama y a tratar un segundo y muy importante tema como fue la Campaña Libertadora a Chile y Perú que ampliaría los deseos de libertad de todo el continente americano.
Publicada en español, quechua y aymará, la Declaración llama a “investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli” y, días después, se sumó “y de toda otra dominación extranjera” alcanzado el máximo testimonio de voluntad soberana en los territorios allí representados. A 205 años de nuestra independencia, recordamos y honramos a los hombres y mujeres que la hicieron posible.