Para José Ignacio Rucci, sus primeros pasos como trabajador y luego como dirigente metalúrgico le habían permitido conocer las bases trabajadoras y comprender, desde el inicio del fenómeno justicialista, el poder de transformación que ellas encaraban.
Después del golpe militar de 1955, se embanderó en la lucha de los derechos de sus compañeros y supo que sólo el Movimiento Obrero Organizado era capaz de sostener la doctrina peronista. Al frente de la Unión Obrera Metalúrgica, se enfrentó a los poderosos que veían en el pueblo trabajador una variable de ajuste para superar las constantes malas decisiones a niveles económico y político. Su elección como Secretario General de la CGT le dio la potestad de seguir esas premisas como norte ya que, sin variar, sucesivos gobiernos electos y dictatoriales arremetían pero Rucci nunca abandonó la lucha ni la fidelidad a él ni hacia el General, convirtiéndola es bandera para su vuelta. La incesante labor tuvo sus frutos en el triunfo de la fórmula Perón-Perón y en la alegría consumada que puedo darle a los argentinos como un último gesto de lealtad absoluta. En la jornada del 25 de septiembre de 1973, fue cobardemente asesinado pero su legado de hombre íntegro perdura y es bandera de orgullo y memoria para todos los metalúrgicos.