El primer gobierno patrio de Argentina, hasta ese momento referencia administrativa y política del Virreinato del Río de la Plata bajo la modalidad de colonia española, surge como consecuencia de malestares económicos y de faltad de libertades políticas. El inicio no puede clarificarse porque fue un proceso que alcanzó su punto de ebullición máximo en la Semana de Mayo y aceleró los deseos y las necesidades que los ciudadanos de la Corona ya no estarían dispuestos a posponer.
Siendo las Américas un gran proveedor de riquezas y de mano de obra esclava, también lo era de tributos a los habitantes que ejercían alguna actividad rentable. Los impuestos subían para financiar ejércitos en Europa y el resto del continente, los señores de grandes ciudades veían cómo su esfuerzo se desasía ante las obligaciones y los derechos sólo eran simbólicos. Todo el control pasaba por las aduanas a cargo de los funcionarios españoles y lo que quedaba como ganancia era una parte mínima que no se comparaba con el esfuerzo ni con las inversiones. Además, en el caso puntual de los alimentos era una contradicción abastecer a la Corona mientras los nativos, mulatos, mestizos y criollos, no gozaban de su propia cosecha.
A las libertades de comercio cercenadas se sumaba la falta de participación y/o consulta en temas cotidianos y domésticos que eran solucionados a medias, desde sitios que desconocían la realidad o, redondamente, ignorados. La capacidad y madurez confluyeron en los Cabildos Abiertos donde se proclamó el corte de relaciones con los colonialistas y la inmediata renuncia del virrey como autoridad local que huyó dejando tras de sí el camino libre al cambio tan deseado.
Lo que siguió fue una proclama popular en apoyo a aquellas medidas y la creación de una Junta que organizara desde lo formal lo que sería el nacimiento de nuestra nación.
Hoy recordamos ese primer gesto de independencia y a los que dieron su vida para ello.