Al decir del historiador Felix Luna, "la Declaración de la Independencia fue, básicamente, un acto de coraje, una especie de gran compadrada en el peor momento de la emancipación americana”.
Luego de la Revolución de Mayo de 1810 la inestabilidad política y los desacuerdos hicieron peligrar su éxito. Es así que años más tarde Manuel Belgrano se quejaba "a causa de nuestras luchas internas no habíamos podido establecer una forma de gobierno civilizada y estábamos en una situación anárquica"
Por un lado el movimiento revolucionario mantenía viva la llama de libertad, pero la situación política, militar y económica se fue tornando cada vez más complicada. No solamente llegó a peligrar la unión entre las provincias, todo el movimiento emancipador iniciado pocos años antes estaba en peligro.
Entre 1811 y 1813 nuestros ejércitos habían sido vencidos una y otra vez. Los realistas triunfaron en Huaqui, Vilcapugio y Ayohúma, y se hicieron fuertes en el Alto Perú, actual Bolivia. Desde allí pensaban en invadir todo el territorio de Argentina. Por otro lado en 1814 España reavivó su espíritu absolutista debido al regreso al trono del monarca Fernando VII, hecho que ponía en grave riesgo los anhelos de constituirnos en nación soberana.
Sin embargo, con grandes turbulencias y sin consensos definidos, la gesta patriota independentista avanzaba. Desde el 31 de enero de 1813 sesionó en Buenos Aires la Asamblea General Constituyente y Soberana del Año 1813, hasta el 26 de enero de 1815. Lamentablemente no llegó a cumplir sus objetivos principales, pero las decisiones tomadas marcaron rupturas definitorias con nuestro pasado colonial. Una decisión fundamental fue que sus miembros no juraron fidelidad al rey Fernando VII de España.
En abril de 1815 el entonces director interino Ignacio Álvarez Thomas, envió una circular a las provincias invitándolas a realizar la elección de diputados para un congreso general que se reuniría en Tucumán. Entre las instrucciones que las provincias -no todas- daban a sus diputados, se encontraba la de “declarar la absoluta independencia de España y de sus reyes”.
El Congreso en Tucumán fue finalmente inaugurado El 24 de marzo de 1816. A pesar de todas las dificultades y de la desesperante situación, de todos los rincones del territorio, poco a poco comenzaron a llegar los diputados elegidos por las provincias, hasta que la mañana del 25 de marzo de 1816 el Congreso inició sus sesiones con un plan de trabajo definido: declarar la independencia nacional y dictar una constitución para las provincias unidas.
Manuel Belgrano, que había regresado a su patria en noviembre de 1815, luego de haber cumplido con una misión diplomática en Europa, llegó a Tucumán el 5 de Julio de 1816 y al día siguiente fue convocado por los congresales quienes deseaban escuchar al creador de la bandera, vencedor de la Batalla más importante de la Historia Argentina, lograda ahí mismo, en Tucumán.
En sesión secreta se reunió el Congreso, Belgrano, subido al estrado, efectuó uno de sus más bellos y sentidos discursos. Desde el fondo de su corazón mostró la dura realidad. Con respecto a la situación con Europa explicó que los tiempos habían cambiado. El apoyo europeo inicial a nuestra guerra emancipadora, se había perdido a causa del descrédito causado por nuestras luchas internas. Estábamos solos, no podíamos esperar ayuda de nadie. Textualmente dijo:
"...Aunque la resolución de América en su origen mereció un alto concepto de los poderes de Europa por la marcha majestuosa con que se inició, su declinación en el desorden y anarquía continuada por tan dilatado tiempo ha servido de obstáculo a la protección, que sin ella se habría logrado; así es que, en el día debemos contarnos reducidos a nuestras propias fuerzas...."
Sus palabras fueron trascendentales en esa sesión secreta del 6 de julio. En ese marco dramático, Manuel Belgrano instó a los diputados a jugarse el todo por el todo y dejar grabados sus nombres en el bronce declarando la Independencia de nuestra nación.
Semanas antes del 9 de julio, impaciente desde Mendoza, San Martín enviaba sus insistentes reclamos llamando a romper de una vez y para siempre los vínculos coloniales.
El 9 de julio de 1816 se declaró solemnemente la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Comenzó así la hazaña de la libertad, orquestada sobre sus tres grandes baluartes: San Martín, Belgrano y Güemes, quienes necesitaban la Declaración de la Independencia para imbuir de ideales a sus tropas y convencer a sus vecinos.
Al día siguiente, en la pequeña ciudad tucumana se festejó con un gran baile.
Mientras en Tucumán todo era festejo, secretamente, ese mismo día en Córdoba tuvo lugar el encuentro decisivo entre José de San Martín y el entonces director Juan Martín de Pueyrredón. Proclamada por fin la Independencia San Martín viajó desde Mendoza para convencer al gobierno central de la imperiosa necesidad de emprender su campaña libertadora a Chile y, posteriormente, al Alto Perú.
Y finalmente el General San Martín pudo cumplir con su sueño, su misión y su mandato: "Seamos Libres, que lo demás no importa nada"