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FIN DEL EXILIO

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Hoy se cumplen 44 años del regreso definitivo del General Perón a su tierra.

El 20 de junio de 1973 volvió.

Era increíble, asombroso, ver cómo, ya desde el 19 comenzaron a llegar inmensas columnas de mujeres y hombres con sus banderas y sus bombos, sus consignas y sus carteles, felices, llenos de esperanza, cantando, con la enorme alegría y esperanza que les provocaba la llegada del gran líder después de tantos años de proscripción y exilio. Después de tanta lucha. Después de 18 años de espera.

Más de tres millones de personas, fue la mayor concentración que se había visto hasta el momento.

Como ya sabemos su regreso no resultó como él lo merecía. Ese día tan esperado por su pueblo se tiñó de dolor y tragedia.

A pesar de los terribles sucesos que dejaron muertos y heridos aquel día, su pueblo, que lo amaba, sintió renacer la luz de la esperanza, el General había retornado a su patria.

Hoy rememoramos las dolidas palabras de Perón en esos momentos tan difíciles.

He llegado hoy a Buenos Aires después de dieciocho años de extrañamiento, con la intención de dar un abrazo simbólico desde lo más profundo de mi corazón al pueblo argentino y un sinnúmero de circunstancias lo han impedido”.

Alta en el cielo un águila guerrera

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... Es la Bandera de la Patria Mía

Y pensar que su creador, el General Manuel Belgrano, tuvo que defender esa creación contra sus propios compatriotas.

El 7 de febrero de 1812, Belgrano se encontraba en Rosario al mando del Regimiento 5 de Patricios. Sus soldados estaban usando escarapelas de distintos colores, incluso el colorado que también usaba la tropa enemiga. Belgrano consideró necesario uniformarlos con un distintivo común dado luchaban por una única causa, liberar la patria de los realistas.

El 13 de febrero de 1812, solicitó mediante una nota al Triunvirato:
- "Me tomo la libertad de exigir a V.E. que se declare una escarapela nacional para que no se equivoque con la de nuestros enemigos".

El 18 de febrero de 1812, el gobierno de las Provincias del Río de la Plata contestó dicho pedido:
“se haya, reconozca y use por las tropas la Escarapela Nacional de las Provincias del Río de la Plata, que deberá componerse de los dos colores blanco y azul celeste, quedando abolida desde esta fecha la roja con que antiguamente se distinguían”.

Entusiasmado con la aprobación de la escarapela, el 27 de febrero de 1812 Belgrano diseñó, respetando los colores de la escarapela, NUESTRA BANDERA, y allí mismo, en las baterías "Libertad" e "Independencia" la hizo jurar a sus soldados:

"¡Soldados de la Patria! En este punto hemos tenido la gloria de vestir la escarapela nacional que ha designado nuestro Excmo. Gobierno: en aquel, la batería de la Independencia, nuestras armas aumentaran las suyas; juremos vencer a nuestros enemigos interiores y exteriores, y la América del Sur será el templo de la Independencia y de la Libertad.

En fe de que así lo juráis, decid conmigo ¡Viva la Patria!

Señor capitán y tropa destinada por la primera vez á la batería Independencia; id, posesionaos de ella, y cumplid el juramento que acabáis de hacer."

Luego, mandó una carta al Gobierno comunicando el hecho. A su vez, ese mismo día, el Triunvirato le ordenó hacerse cargo del Ejército del Norte, desmoralizado después de la derrota de Huaqui.

Eran, como en tantas ocasiones, momentos muy difíciles para la patria. Bernardino Rivadavia, secretario de Guerra del Triunvirato, estaba negociando con Gran Bretaña la retirada de los portugueses de la Banda Oriental, y la condición para esa retirada era que no se mencionase el tema de la independencia.

En ese contexto el Primer Triunvirato reaccionó de inmediato ante la creación y jura de nuestra bandera:

"El gobierno deja a la prudencia de V.S. mismo la reparación de tamaño desorden (la jura de la bandera), pero debe prevenirle que ésta será la última vez que sacrificará hasta tan alto punto los respetos de su autoridad y los intereses de la nación que preside y forma, los que jamás podrán estar en oposición a la uniformidad y orden. V.S. a vuelta de correo dará cuenta exacta de lo que haya hecho en cumplimiento de esta superior resolución".

Pero, cumpliendo fielmente con las órdenes del Triunvirato, Belgrano emprendió de inmediato la marcha hacia el norte, por lo que no se enteró del rotundo rechazo del gobierno a la nueva bandera y a su jura. Así fue que siguió usando la bandera nacional que fue bendecida el 25 de mayo de 1812 en la Catedral de Jujuy por el sacerdote Juan Ignacio Gorriti.

En julio recibió finalmente la intimación del Triunvirato y contestó admitiendo que en dos oportunidades había izado la bandera para:

"exigir a V.E. la declaración respectiva en mi deseo de que estas provincias se cuenten como una de las naciones libres del globo".

Las cosas cambiaron a partir de octubre de 1812.

Cayó el Primer Triunvirato. Al asumir el Segundo Triunvirato, tanto la Logia Lautaro, creada por San Martín, como la Sociedad Patriótica, dirigida por Bernardo de Monteagudo comenzaron a ejercer su influencia en el gobierno.

El segundo Triunvirato dio un nuevo impulso a la guerra revolucionaria, avaló lo actuado por Belgrano y así fue que nuestro valiente patriota pudo hacer jurar la bandera por sus tropas a orillas del río Pasaje, que desde entonces se llama Juramento.

El Congreso de Tucumán se encargó de desagraviar a Belgrano de aquel famoso reto del Triunvirato reivindicando su actuación patriótica y ratificando la bandera "celeste y blanca que se ha usado hasta el presente y se usará en lo sucesivo" como símbolo nacional.

Y hoy la podemos ver flameando en todos nuestros mástiles.

El 20 de Junio es el día de nuestra bandera en memoria de un apasionado patriota el GENERAL MANUEL BELGRANO, quien falleció el 20 de Junio de 1820.-

¡Feliz día del Padre!

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Para todos los padres, abuelos, tíos. Para esos seres que nos ha dado su apoyo, su liderazgo, su ejemplo y están o estarán siempre presentes en nuestra vida o en nuestro sentido recuerdo.

Nuestro deseo para todos los compañeros es que disfruten este día con amor y alegría en familia.

Güemes

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Este 17 de Junio recordamos con justicia al hombre que, al mando de sus “Dragones Infernales” (División Infernal de Gauchos de Línea), fue la peor pesadilla para los poderosos ejércitos invasores realistas durante la Guerra de Independencia.

Esta heroica lucha de milicias y guerrillas tuvo lugar particularmente en la Provincia de Salta (en ese entonces incluía también a los actuales Jujuy y Tarija), por lo que la Guerra Gaucha se libraba también allí, e incluso en territorios que luego serían de la Gobernación de Los Andes.

Fue una larga serie de enfrentamientos casi diarios; en su mayoría, apenas cortos tiroteos seguidos de retiradas. En esas condiciones, unas fuerzas poco disciplinadas y mal equipadas, pero apoyadas por la población, podían hacer mucho daño a un ejército regular de invasión.

Con apenas 20 años Martín Güemes protagonizó con coraje y valentía “la batalla imposible” en la Reconquista de Buenos Aires, durante las invasiones inglesas en Defensa de la ciudad el 12 de agosto de 1806.

Fue una de las muy pocas veces en la historia que un buque de guerra fue capturado por una partida de caballería.

Recorte del Diario El Norte:

"Cuando Martín Miguel de Güemes capturó un barco inglés a caballo"

"…Así el 12 de agosto, el muchacho moreno de ojos de pólvora combatía contra los ingleses en la ribera del río al mando de una partida de caballería.

Desde el río, el buque Justina azotaba con sus cañones a las tropas criollas que querían acercarse al fuerte por la costa o por las calles cercanas. El barco había peleado con fiereza con sus 26 cañones y sus más de 100 tripulantes entre oficiales y marineros. Pero el río traidor les jugó una mala pasada. Una bajante repentina hizo que la nave encallara a pocos metros de la costa. Enterado de ésto, Liniers se dirigió a Güemes y le ordenó que al frente de un escuadrón de Husares de Pueyrredon siguiera al barco desde la costa. Pero Martín y sus gauchos se salían de la vaina por atacar a los invasores. Contrariando la orden de sus superiores, miró a sus soldados y las sonrisas de sus compañeros de guerra lo envalentonaron. En ese momento tomó las riendas, taconeó a su caballo y enfiló hacia el río al grito de carga. Sus soldados lo siguieron envueltos en un grito que dejó pasmados a los tripulantes de la nave.

Los caballos enfrentaron al río color marrón bufando y relinchando, mientras sus jinetes disparaban sus armas, tacuaras y sables en mano, y desde La Justina devolvían el fuego.

Güemes y los suyos llegaron hasta el buque atacándolo por todos los flancos y sucedió lo imposible: el capitán del barco inglés levantó un trapo blanco en señal de rendición.

Martín ordenó el alto el fuego y abordó la nave para hacerse cargo. Los ingleses, entonces, descubrieron que habían perdido la batalla a manos de un jovencito alto, moreno de ojos profundos que hablaba con un acento extraño.

Para esos jinetes que realizaron el bizarro abordaje, el río color de león había sido el campo de batalla más movedizo que habrían de conocer.

La Guerra Gaucha

Güemes, y sus hombres (un escuadrón de “gauchos”) integraron el Ejército del Norte en la primera expedición auxiliadora al Alto Perú, luego de la Revolución de Mayo de 1810. En principio impidieron la comunicación entre los realistas del Alto Perú y sus aliados contrarrevolucionarios y además su accionar fue decisivo en la victoria patriota de Suipacha, el 7/11/1810.

El 29 de Enero de 1814 San Martín lo reconoció como General en jefe del Ejército del Norte, al día siguiente, el 30 de enero de 1814 el General Belgrano le entregó el mando del Ejército del Norte al general José de San Martín.

En ese Enero de 1814 al recorrer la zona de combate San Martín comprobó que los realistas habían cometido las más grandes atrocidades contra los pobladores. Esos extranjeros que teóricamente traían a nuestras tierras la civilización y la fe no respetaron ancianos, niños ni mujeres. Asesinaron en masa, robaron y saquearon de manera vil. Dentro de su indignación San Martín se sintió orgulloso del accionar de Güemes y sus hombres.

San Martín comprendió que sin el apoyo vital de este valiente patriota salteño contra las tropas españolas no hubiese sido posible encarar el cruce
de los Andes y triunfar en la campaña libertadora.

Bajo su mando “Los Dragones Infernales” (no solo por el color rojo de sus ponchos) lucharon heroicamente. En ese ejército no había reclutamiento obligatorio, toda la población participaba voluntariamente. Desde los “changuitos” más pequeños que apenas podían montar hasta los más aguerridos hombres. Todos colaboraron, incluso los sacerdotes, curas gauchos que servían como vigías desde los campanarios de las iglesias y hacían doblar las campanas ante las incursiones del enemigo. Los que no podían luchar, (ancianos, niños y mujeres) actuaban como espías o mensajeros y si era preciso huían con todos los víveres, el ganado, cualquier cosa que pudiese ser aprovechado por el enemigo cuando los realistas se acercaban. Fue la bravía decisión de todo un pueblo harto de la escandalosa corrupción, las injusticias y los crímenes.

Güemes llegó a tener 6.660 hombres en sus filas, gauchos del campo de muy escasos recursos que organizados en grupos de veinte jinetes al mando de un oficial hostigaban a los realistas con golpes relámpago, emboscadas y sabotajes.No tuvieron apoyo del gobierno central ni de las clases adineradas pero estaban decididos y utilizaron todo lo que tuvieron a mano. Todo fue útil, lanzas, los escasos fusiles y carabinas, pero también boleadoras, azadas, palos y machetes, sus herramientas de trabajo convertidas en improvisadas armas de un pueblo que luchó con su líder, sabiendo que estaban muy solos pero igualmente dispuestos a enfrentar con todas sus fuerzas a ese ejército que había vencido a Napoleón.

Los gauchos de Güemes respondieron siete de las diez invasiones que se pretendieron realizar por la frontera del Alto Perú y mantuvieron al resto del territorio argentino libre de invasiones realistas.

Los invasores enfrentaron en nuestro país a este insigne guerrillero argentino que batalló sin cesar, hasta la muerte, con muy pocos recursos, con el solo estímulo y reconocimiento de hombres heroicos como Belgrano y San Martín, y con el amor y la entrega de un pueblo valiente y patriota.

El 7 de junio de 1821 fuerzas realistas entraron en la ciudad de Salta e hirieron de muerte a Martín Miguel de Güemes, murió diez días después, el 17 de junio de 1821, a los 36 años de edad en la Cañada de la Horqueta, fue el único general argentino caído en acción de guerra exterior.

San Martín siempre tuvo palabras de admiración, orgullo y gratitud para con Güemes y sus gauchos: "Los gauchos de Salta solos están haciendo al enemigo una guerra de recursos tan terrible que lo han obligado a desprenderse de una división con el solo objeto de extraer mulas y ganado”.