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Augusto Timoteo Vandor

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Se cumplen 47 años de la luctuosa muerte de Augusto Timoteo Vandor, quien fue cruelmente asesinado el 30 de junio de 1969 en su propio despacho en la antigua sede de UOM.

Desde los 27 años de edad comenzó su lucha sindical como obrero metalúrgico, al poco tiempo comenzó a sobresalir y destacarse por sus aptitudes de verdadero líder sindical. En 1954 dirigió una huelga en reclamo de mejoras salariales y su notoriedad lo llevó a ser apresado luego de la autodenominada Revolución Libertadora de 1955. Al recuperar la libertad no se quedó quieto y formó parte de la Resistencia Peronista.

En 1958 Vandor recomenzó su lucha en UOM y llegó a ser secretario general del gremio que tenía la voz más potente en la Argentina de esos momentos. Rápidamente ganó preponderante influencia en las 62 Organizaciones Gremiales Peronistas, y a través de las mismas, llegó a ser el hombre más influyente de la CGT.

Su historia de luchador sindical es larga y apasionante, tuvo momentos de gloria y de desencuentros profundos dentro del ámbito político. En 1969 había llegado a ser el más poderoso dirigente gremial de nuestro país. Eran tiempos de conmoción social y política, hacía un mes que había estallado el “Cordobazo” (29 y 30 de Mayo de 1969) en la ciudad de Córdoba. Esa verdadera pueblada debilitó el gobierno militar del dictador Juan Carlos Onganía.

En Buenos Aires hacía frío esa trágica mañana. A las 11:30, cuando Vandor se encontraba trabajando en su despacho, un grupo comando hizo estallar una bomba en la sede de UOM y lo ametralló.

Su muerte nunca fue esclarecida.

Hoy los metalúrgicos honramos con dolor a nuestro compañero.

Retorno de Perón

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FIN DEL EXILIO

El regreso definitivo sucedió el 20 de junio de 1973. Para asombro de muchos, ya desde el 19 comenzaron a llegar inmensas columnas de mujeres y hombres, felices, llenos de esperanza, cantando, con sus banderas, con sus bombos, sus consignas y sus carteles y sobre todo con la enorme alegría y esperanza que les provocaba la llegada de Perón después de tantos años de injusto exilio.

Era la concentración más grande que se había visto hasta el momento, se calcularon tres millones de personas.

Ya sabemos que su regreso no salió como había sido planeado, ese día histórico tuvo momentos muy dolorosos y trágicos.

A pesar de estos terribles sucesos que dejaron un saldo de heridos y de muertes,  su pueblo, que lo amaba, sintió renacer la luz de la esperanza, el General había retornado a su tierra. Se renovaba la ilusión, la fe en lograr la justicia social, la independencia económica y la soberanía política.

Hoy rememoramos las palabras de Perón en esos momentos tan difíciles.

He llegado hoy a Buenos Aires después de dieciocho años de extrañamiento, con la intención de dar un abrazo simbólico desde lo más profundo de mi corazón al pueblo argentino y un sinnúmero de circunstancias lo han impedido”.

Tapa del diario Clarín

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Alta en el Cielo

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Bandera de la Patria, celeste y blanca, símbolo de la unión y de la fuerza con que nuestros padres nos dieron Independencia y Libertad.

Hoy podemos decir con amor y orgullo estas palabras de la oración a la Bandera que aprendimos en la escuela. La Independencia y la Libertad se lograron gracias al patriotismo, coraje y decisión irrenunciable de inmensos patriotas como nuestro General Manuel Belgrano, quien no solo creó nuestro estandarte sino que además tuvo que defender esa creación ante sus propios compatriotas.

Entre 1810 y 1812, encabezó las tropas patriotas que lucharon contra los realistas en la Banda Oriental y en Paraguay. Sus soldados estaban usando escarapelas de distintos colores y él consideró necesario uniformarlos con un distintivo común dado que defendían una única causa, liberar la patria de los realistas.

El 13 de febrero de 1812, solicitó mediante una nota al Triunvirato que se establezca el uso de la escarapela nacional bicolor: azul-celeste y blanco, omitiendo el color rojo porque las tropas españolas y proespañolas lo estaban usando en sus emblemas y así lo expresó por escrito.

Respondiendo a su pedido el 18 de febrero de 1812, el Primer Triunvirato resolvió reconocer la Escarapela Nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata con los colores blanco y azul-celeste.

Belgrano vuelve a escribirles el 26 de Febrero:

"Las banderas de nuestros enemigos son las que hasta ahora hemos usado; pero ya que V.E. ha determinado la escarapela nacional con que nos distinguiremos de ellos y de todas las naciones, me atrevo a decir a V.E. que también se distinguieran aquéllas, y que en estas baterías no se viesen tremolar sino las que V.E. designe. ¡Abajo, Excelentísimo Señor, esas señales exteriores que para nada nos han servido y con las que parece que aún no hemos roto las cadenas de la esclavitud!"

Este logro entusiasmó el corazón del patriota e inmediatamente Belgrano diseñó, respetando los colores de la escarapela NUESTRA BANDERA, y allí mismo, en las baterías "Libertad" e "Independencia" la hizo jurar a sus soldados:

"¡Soldados de la Patria! En este punto hemos tenido la gloria de vestir la escarapela nacional que ha designado nuestro Excmo. Gobierno: en aquel, la batería de la Independencia, nuestras armas aumentaran las suyas; juremos vencer a nuestros enemigos interiores y exteriores, y la América del Sur será el templo de la Independencia y de la Libertad.
En fe de que así lo juráis, decid conmigo ¡Viva la Patria!
Señor capitán y tropa destinada por la primera vez á la batería Independencia; id, posesionaos de ella, y cumplid el juramento que acabáis de hacer."

Luego, mandó un oficio al Gobierno comunicando el hecho:

"Excmo. Señor,

En este momento, que son las seis y media de la tarde, se ha hecho salva en la batería de la Independencia, y queda con la dotación competente para los tres cañones que se han colocado, las municiones y la guarnición.

He dispuesto para entusiasmar las tropas y á estos habitantes, que se formasen todas aquellas, y les hablé en los términos de la copia que acompaño.

Siendo preciso enarbolar bandera, y no teniéndola, la mandé hacer blanca y celeste, conforme á los colores de la escarapela nacional: espero que sea de la aprobación de Vuestra Excelencia.

Rosario, 27 de febrero de 1812. Excmo. Señor,

Manuel Belgrano.

Excmo. gobierno superior de las Provincias del Rio de la Plata."

Este mismo día, el Triunvirato le ordenó hacerse cargo del Ejército del Norte. Gobernaba en Buenos Aires el Primer Triunvirato, eran momentos difíciles, en los que Bernardino Rivadavia estaba negociando con Gran Bretaña la retirada de los portugueses de la Banda Oriental, y la condición para esa retirada era que no se mencionase el tema de la independencia.

Al enterarse el Triunvirato de la decisión de Belgrano de crear una bandera propia, y de su jura, reaccionó inmediatamente:

"El gobierno deja a la prudencia de V.S. mismo la reparación de tamaño desorden (la jura de la bandera), pero debe prevenirle que ésta será la última vez que sacrificará hasta tan alto punto los respetos de su autoridad y los intereses de la nación que preside y forma, los que jamás podrán estar en oposición a la uniformidad y orden. V.S. a vuelta de correo dará cuenta exacta de lo que haya hecho en cumplimiento de esta superior resolución".

Sin embargo el general Belgrano no se enteró del rotundo rechazo del gobierno a la nueva bandera y su jura, dado que siguiendo las órdenes del Triunvirato emprendió inmediatamente la marcha al norte y siguió usando la bandera nacional que fue bendecida el 25 de mayo de 1812 en la Catedral de Jujuy por el sacerdote Juan Ignacio Gorriti.

En julio recibió finalmente la intimación del Triunvirato y contestó admitiendo que en dos oportunidades había izado la bandera para:

"exigir a V.E. la declaración respectiva en mi deseo de que estas provincias se cuenten como una de las naciones libres del globo".

Concluye la carta indignado diciendo que destruirá la bandera:

"La desharé para que no haya ni memoria de ella. Si acaso me preguntan responderé que se reserva para el día de una gran victoria y como está muy lejos, todos la habrán olvidado".

En octubre de 1812 las cosas comenzaron a cambiar, cayó el Primer Triunvirato y el Segundo Triunvirato, bajo la influencia de la Logia Lautaro creada por San Martín y la Sociedad Patriótica dirigida por Bernardo de Monteagudo, dio un nuevo impulso a la guerra revolucionaria, avaló lo actuado por Belgrano y éste pudo hacer jurar la bandera por sus tropas a orillas del río Pasaje, que desde entonces se llama Juramento.

El Congreso de Tucumán se encargó de desagraviar a Belgrano de aquel famoso reto del Triunvirato reivindicando su actuación patriótica y ratificando la bandera "celeste y blanca que se ha usado hasta el presente y se usará en lo sucesivo" como símbolo nacional.

Y hoy la podemos ver flameando en todos nuestros mástiles. 

El 20 de Junio es el día de nuestra bandera en memoria de un apasionado patriota el GENERAL MANUEL BELGRANO, quien falleció el 20 de Junio de 1820.-

 

 

 

Martín Miguel de Güemes

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Este 17 de Junio recordamos con justicia al hombre que, al mando de sus “Dragones Infernales” (División Infernal de Gauchos de Línea), fue la peor pesadilla para los poderosos ejércitos invasores realistas.

Don Martín Miguel de Güemes, nacido en Salta, en el seno de una familia noble y adinerada se hacía entender muy bien por la gente humilde, quienes lo llamaron “el Padre de los Pobres”.

Su valía se notó siendo él muy joven: Durante las invasiones inglesas con apenas 20 años Güemes participó en la Reconquista de Buenos Aires, y al año siguiente protagonizó “la batalla imposible” en la Defensa de la ciudad. Esa muestra de su genio y carácter se produjo el 12 de agosto de 1806.
Fue una de las muy pocas veces en la historia que un buque de guerra fue capturado por una partida de caballería.

Recorte del Diario El Norte:

"Cuando Martín Miguel de Güemes capturó un barco inglés a caballo"

"…Así el 12 de agosto, el muchacho moreno de ojos de pólvora combatía contra los ingleses en la ribera del río al mando de una partida de caballería.

Desde el río, el buque Justina azotaba con sus cañones a las tropas criollas que querían acercarse al fuerte por la costa o por las calles cercanas. El barco había peleado con fiereza con sus 26 cañones y sus más de 100 tripulantes entre oficiales y marineros. Pero el río traidor les jugó una mala pasada. Una bajante repentina hizo que la nave encallara a pocos metros de la costa. Enterado de ésto, Liniers se dirigió a Güemes y le ordenó que al frente de un escuadrón de Husares de Pueyrredon siguiera al barco desde la costa. Pero Martín y sus gauchos se salían de la vaina por atacar a los invasores. Contrariando la orden de sus superiores, miró a sus soldados y las sonrisas de sus compañeros de guerra lo envalentonaron. En ese momento tomó las riendas, taconeó a su caballo y enfiló hacia el río al grito de carga. Sus soldados lo siguieron envueltos en un grito que dejó pasmados a los tripulantes de la nave.

Los caballos enfrentaron al río color marrón bufando y relinchando, mientras sus jinetes disparaban sus armas, tacuaras y sables en mano, y desde La Justina devolvían el fuego.

Güemes y los suyos llegaron hasta el buque atacándolo por todos los flancos y sucedió lo imposible: el capitán del barco inglés levantó un trapo blanco en señal de rendición.

Martín ordenó el alto el fuego y abordó la nave para hacerse cargo. Los ingleses, entonces, descubrieron que habían perdido la batalla a manos de un jovencito alto, moreno de ojos profundos que hablaba con un acento extraño.
Para esos jinetes que realizaron el bizarro abordaje, el río color de león había sido el campo de batalla más movedizo que habrían de conocer.”

La Guerra Gaucha

En aquellos tiempos la palabra “gaucho” era típicamente usada en la región del litoral, no en el norte de las Provincias Unidas. Los generales realistas la consideraban “denigrante” y dieron ese mote a sus enemigos, los integrantes de las milicias irregulares salteñas, intentando degradarlos. Tuvo el efecto contrario, esos hombres valerosos se asignaron con orgullo a sí mismos el título de “gauchos”.

Güemes, y sus hombres (un escuadrón de “gauchos”) integraron el Ejército del Norte en la primera expedición auxiliadora al Alto Perú, luego de la Revolución de Mayo de 1810. En principio impidieron la comunicación entre los realistas del Alto Perú y sus aliados contrarrevolucionarios y además su accionar fue decisivo en la victoria patriota de Suipacha, el 7/11/1810.

Luego de la terrible derrota sufrida por nuestros soldados el 14/11/1813 en la batalla de Ayohuma, el 29 de Enero de 1814 San Martín lo reconoce como General en jefe del Ejército del Norte, oportunidad en la que designa a Güemes jefe de las avanzadas del Río Pasaje. El 30 de enero de 1814 el General Belgrano le entregó el mando del Ejército del Norte al general José de San Martín.

En ese Enero de 1814 al recorrer la zona de combate San Martín comprobó que los realistas habían cometido las más grandes atrocidades contra los pobladores. Esos extranjeros que supuestamente traían a nuestras tierras la civilización y la fe no respetaron ancianos, niños ni mujeres. Asesinaron en masa, robaron y saquearon de manera vil. Dentro de su indignación San Martín se sintió orgulloso del accionar de Güemes y sus hombres.

El 15 de Mayo de 1815 luego de derrotar al ejército invasor en Puesto del Marqués, Güemes fue aclamado gobernador de la Intendencia de Salta. El pueblo lo declaró protector de los pobres y él se presentó como el más decidido partidario de la revolución. Con 30 años, fue el primer gobernador elegido por el pueblo, ya que por entonces los gobernadores eran designados en Buenos Aires. El Directorio tuvo que aceptar tal elección pero no le brindó apoyo económico y tampoco obtuvo nuevos aportes de recursos de parte de los sectores adinerados. Una de sus principales colaboradoras fue su hermana María Magdalena "Macacha" Güemes.

Junto al cargo de gobernador Güemes ejerció el comando de las fuerzas armadas de la Intendencia de Salta y se puso al frente de la resistencia a los realistas, organizando al pueblo de Salta y militarizando la provincia para frenar a los ejércitos del rey. La realidad le demostró que tendría que arreglárselas solo para poder cumplir con su misión y ser fiel al único jefe que reconocía: don José de San Martín.

San Martín comprendió que sin el apoyo vital de este valiente patriota salteño contra las tropas españolas no hubiese sido posible encarar el cruce de los Andes y triunfar en la campaña libertadora.

Al carecer de los recursos necesarios se vio obligado a adoptar medidas que afectaron a estancieros y comerciantes, lo que fomentó su oposición y resintió la economía de la antes próspera Intendencia. Entre esas medidas estaban

  • La prohibición del comercio con el Alto Perú (que favorecía a los realistas que se abastecían de mulas en territorio salteño), impuesta en acuerdo con el Gral. Manuel Belgrano.
  • La eximición del pago de arriendos a los gauchos que no cobraban sueldo y estaban al servicio de la Patria («estos pagan con su sangre», decía Martín Güemes).
  • La implementación e incremento del tipo y monto de contribuciones obligatorias a favor de la causa patriota, etc.

Bajo su mando “Los Dragones Infernales” (no solo por el color rojo de sus ponchos) lucharon heroicamente. En ese ejército no había reclutamiento obligatorio, toda la población participaba voluntariamente. Desde los “changuitos” más pequeños que apenas podían montar hasta los más aguerridos hombres. Todos colaboraron, incluso los sacerdotes, curas gauchos que servían como vigías desde los campanarios de las iglesias y hacían doblar las campanas ante las incursiones del enemigo. Los que no podían luchar, (ancianos, niños y mujeres) actuaban como espías o mensajeros y si era preciso huían con todos los víveres, el ganado, cualquier cosa que pudiese ser aprovechado por el enemigo cuando los realistas se acercaban. Fue la bravía decisión de todo un pueblo harto de la escandalosa corrupción, las injusticias y los crímenes.

Güemes llegó a tener 6.660 hombres en sus filas, gauchos del campo de muy escasos recursos que organizados en grupos de veinte jinetes al mando de un oficial hostigaban a los realistas con golpes relámpago, emboscadas y sabotajes.No tuvieron apoyo del gobierno central ni de las clases adineradas pero estaban decididos y utilizaron todo lo que tuvieron a mano. Todo fue útil, lanzas, los escasos fusiles y carabinas, pero también boleadoras, azadas, palos y machetes, sus herramientas de trabajo convertidas en improvisadas armas de un pueblo que luchó con su líder, sabiendo que estaban muy solos pero igualmente dispuestos a enfrentar con todas sus fuerzas a ese ejército que había vencido a Napoleón.

Los gauchos de Güemes respondieron siete de las diez invasiones que se pretendieron realizar por la frontera del Alto Perú y mantuvieron al resto del territorio argentino libre de invasiones realistas.

Los invasores enfrentaron en nuestro país a este insigne guerrillero argentino que batalló sin cesar, hasta la muerte, con muy pocos recursos, con el solo estímulo y reconocimiento de hombres heroicos como Belgrano y San Martín, y con el amor y la entrega de un pueblo valiente y patriota.

El 7 de junio de 1821 fuerzas realistas entraron en la ciudad de Salta e hirieron de muerte a Martín Miguel de Güemes, murió diez días después, el 17 de junio de 1821, a los 36 años de edad en la Cañada de la Horqueta, fue el único general argentino caído en acción de guerra exterior.

San Martín siempre tuvo palabras de admiración, orgullo y gratitud para con Güemes y sus gauchos: "Los gauchos de Salta solos están haciendo al enemigo una guerra de recursos tan terrible que lo han obligado a desprenderse de una división con el solo objeto de extraer mulas y ganado”.