FELIZ DÍA A TODOS LOS MAESTROS!!

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Un viaje por el tiempo nos llevará a cada uno de nosotros a esa aula que supo cobijarnos durante gran parte de nuestras vidas, donde aprendimos letras y números en pizarrones que eran universos a explorar.

Y así exploramos, y lo bueno de esos miles de descubrimientos fue que no lo hicimos solos, que no lo podríamos haber hecho solos, lo fuimos logrando con la mano presente de ese MAESTRO que se mantuvo cerca cuando tachábamos la hoja por tantos errores, que no dudó en brindarnos su hombro ante el fracaso de una cuenta o la imposibilidad de definir el sujeto del predicado.

Escalones que subimos entre verbos conjugados y rayuelas infinitas.

Todo oficio, toda profesión es digna e igual de importante, pero quien dedica su vida a la enseñanza hace mucho más que transmitir conocimiento, no se trata sólo de tablas de multiplicar, de listados de pronombres o fechas importantes para ser recordadas; la utilidad de lo transmitido va mucho más lejos, es lo necesario de formar personas, humanos, adultos, capaces de valorar esa semilla puesta en nosotros desde muy pequeños. Herramientas que ese MAESTRO nos entregó un día para saber usarlas, y entender que la antorcha sigue encendida, porque nos supieron entregar no el conocimiento completo, sino las formas como para seguir llenándolo día a día.

Bregar por la posibilidad que todos puedan ocupar esas aulas, que no haya quienes no tengan opción entre ir a estudiar o salir a trabajar, no es un sueño imposible, es una necesidad vital para el crecimiento real de cualquier Nación, que se llenen las calles de guardapolvos blancos y mochilas repletas de cuadernos, que dejen de existir los niños que tiran de un carro colmado de cartones, que inunden las aulas para jugar y aprender.

No es una utopía, es la mejor realidad a la que debemos llegar, y por la que debemos trabajar.

Que todos los pibes de la Argentina puedan ser discípulos de alguien, que sean mañana la biografía de ese MAESTRO, y que multipliquen las enseñanzas, no desde la pretensión de sabios, sino desde algo mucho más difícil de lograr: la de buenos seres humanos.

Que la marca de lo aprendido, en años lejos, siga teniendo esa huella fresca, porque queda en el cuerpo, con formas variadas, de teoremas, sílabas y próceres.

Donde aprendimos que el error no es fracaso, sino un escalón necesario en el camino de la vida; y lo aprendimos porque ellos supieron transmitirlo, y logramos entender que una prueba con un 1 gigante no nos hacía retroceder, sino que nos daba fuerzas para seguir intentándolo. Nos enseñaron que un 10 no determina todo, es sólo una parte circunstancial de nosotros, valorar la voluntad de saber por sobre el saber mismo es la mejor enseñanza.

Los años trajeron cambios que permiten que el aprendizaje sea más amplio, que hoy no vaya sólo a la bandera quien aprueba holgadamente todas las materias establecidas, sino también quien tiene números rojos en los boletines, pero fue elegido “mejor compañero”, es el mejor de los valores humanos, que merecemos aprender.

Una vez, mi MAESTRO de la vida, y permítanme terminar este homenaje a todos los que visten las aulas enseñando y amando, con estas palabras que mi padre me dijo una vez: “no las quiero sabias, las necesito buenas”, muchos nos enseñaron esto, y de nosotros depende mantener esta antorcha encendida, para seguir enseñando, para seguir aprendiendo.

A todos los MAESTROS, de una discípula que arma sus biografías…