En las primeras décadas del Siglo XX, la humanidad había alcanzado un alto nivel de automatización y la masa obrera había pasado a ser un eslabón vital entre los engranajes que producían, entre vapores e impulsos eléctricos, nuevas necesidad para los consumidores.
Algunos líderes ya veían como el cuerpo de los trabajadores se gastaba en las fábricas y los talleres mientras los dueños de ellas disfrutaban del confort y la tranquilidad que el dinero permite. La desigualdad era cada vez más manifiesta y la presión por nuevas y mejoras condiciones laborales estaba a nada de estallar.
En 1919, al sur de todo, obreros metalúrgicos de los Talleres Vasena salieron a reclamar por sus vidas y sus salarios. Un mes antes habían comenzado negociaciones para implementar mejoras en los espacios laborales y ante las constantes negativas de la patronal, empecinada en recuperar rentabilidad ante los efectos nocivos de la guerra europea (Vasena era una sociedad con capitales británicos, principalmente), salieron a hacer sentir su descontento.
Entre el 7 y el 14 de enero, la manifestación en solitario comenzó a ser apoyadas por otros sectores productivos. En tanto, los llamados “rompehuelgas” irrumpían y desataban batallas campales que obligaban a la policía a intervenir pero tomando partido por la patronal en contra de los huelguistas.
La violencia no cesaba y ya eran alcanzados por las balas cualquiera que transitara por la zona haciendo de la huelga una real cacería de brujas y dejando como saldo 700 muertos, desaparecidos y cientos de heridos y detenidos.
La política intervino y medió a favor de una solución con los ejecutivos de Vasena que debieron acceder a las mejoras a costa de un hecho sangriento e innecesario.
La conquista de derechos se la debemos a hombres como los de la Semana Trágica que no claudicaron y lucharon por mejorar la vida de los trabajadores metalúrgicos mostrando que la única batalla que se pierde es la que se abandona.
Como conductor de los destinos de la Unión Obrera Metalúrgica por más de treinta años, Lorenzo Miguel acompañó los reclamos del pueblo trabajador desde la doctrina que el peronismo guiaba. Su compromiso fiel al Movimiento Justicialista se pudo notar, incluso, en momentos de mucha tensión institucional y fue perseguido y encarcelado por defender estas ideas. Pero aun cuando abogaba por estos ideales con coraje nunca ocupó cargos políticos siendo su función como conductor de las 62 Organizaciones el único que se le conoce por fuera de la UOM.
La austeridad marcó su vida y su liderazgo: vivió más de 50 años en el barrio de su infancia, Lugano, para luego dejar la casa grande e instalarse en Caballito. Sus veraneos eran en nuestra costa y no se le conoció ostentación. Buen amigo, gran conductor, siempre tenía presente las máximas de Juan Domingo Perón que dicen: “para el peronismo solo hay una clase de hombres, los que trabajan” y “una sola clase de dirigentes, los que hacen siempre lo que el pueblo quiere”. Hoy se cumplen 19 años de su desaparición física pero su legado sigue latiendo en cada corazón metalúrgico que honra su vida de entrega.
En una jornada como hoy de 1972, las bases se movilizaron para darle la bienvenida a la figura que representaba la esperanza y el coraje para cambiar un presente de violencia, ilegitimidad y decadencia por un porvenir con esperanza y progreso. Ese sólo gesto de amor hacia su pueblo mostraba la entrega desinteresada de Juan Domingo Perón.
La espera llegaba a su fin. La lluvia y el viento habían decidido ser testigos de ese hito después de 18 largos años pero las columnas no dejaban de movilizarse. Muchos esperaban por el retorno del líder, otros, para ver al mito. Era el inicio de un nuevo viejo tiempo: el peronismo volvía a ser parte activa de la historia argentina.
El Día del Militante nos recuerda la constancia, la lealtad y la fuerza que el Movimiento Justicialista tenía y tiene en nuestra vida institucional. La verdadera vocación por la defensa de los valores más nobles sintetizados en justicia social, soberanía política e independencia económica nos sigue convocando y despierta en las nuevas generaciones el compromiso en la defensa de los derechos alcanzados y nunca negociables porque el único compromiso es con el pueblo trabajador, bandera inclaudicable de todos los peronistas.