Recuerdos del futuro.

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…E aí me dá uma tristeza no meu peito Feito um despeito de eu não ter como lutar
E eu que não creio, peço a Deus por minha gente É gente humilde, que vontade de chorar

Chico Buarque

Parecería que existen cuestiones que todavía cierta gente no entiende.

Cosas éstas que tienen que ver con los tiempos que corren. Con la vida. Con cada uno de nosotros. Y si ustedes quieren más filosófico, con el hombre y sus circunstancias. De otra manera, no puede entenderse que gente grande no sea capaz de interpretar la diferencia existente entre el pasado, el presente y el futuro.

El gobierno obtuvo un importante triunfo político en esta semana en la H. Cámara de Senadores de la Nación, al conseguir por mayoría significativa, el voto en favor del pago a los fondos Buitre, con el apoyo de representantes legislativos del Frente para la Victoria, todavía no sabemos a cambio de qué.

Esa circunstancia es el Presente. Hoy lo narramos porque sucedió. Hoy recordamos con fruición las palabras del Senador Pichetto, porque las exclamó, las hizo oír, blandió su voz para explicar su proceder, su ánimo, su justificación. No dijo nada respecto de su estrategia. No explicó el trasfondo de su proceder o cómo configura él su futuro después de esta decisión.

Eso es el Futuro. No lo conocemos. No sabemos qué acontecerá con la vida política de Pichetto. O qué espera él personalmente que ocurra con su vida después de este avatar. En realidad solo conocemos el Pasado, lo transcurrido, que se va plasmando a partir de la experiencia y de esa manera nos permite escribir el Presente, tomando en cuenta aprendizajes vividos. Porque el Futuro es lo que vendrá y en ese camino se sueltan y dispersan los imponderables. El futuro lo vamos escribiendo desde el Presente, procurando que lo que hagamos hoy tenga respuestas valederas mañana.

El oficialismo arguye que lo que está haciendo con el país hoy va a tener resultados mañana y aventura el tipo y diseño de resultados a obtener por intermedio de las decisiones que está tomando hoy. Parece un juego de palabras pero es una tomadura de pelo. En realidad, ni el gobierno, ni nadie puede argumentar el resultado que tendrán las decisiones de coyuntura en el país.

Cierto es que tomaron las decisiones que prometieron tomar en época de campaña electoral. El gobierno no mintió. “Cambiemos” le dijo a la gente de qué constaría el cambio. Mencionó la caída de retenciones al agro y a la ganadería, la apertura indiscriminada de la economía y recordó que el salario estaba especialmente alto en Dólares y que el retraso cambiario demandaría una fuerte devaluación caracterizada con el nombre de sinceramiento del Dólar. Todo lo que dijo en aquel presente hasta octubre del año pasado y después hasta que se hizo efectiva la segunda vuelta electoral, lo cumplió.

Quienes tenemos más de cincuenta años, revivimos una lamentable experiencia. Como cuando fue la época de “La liberación de las fuerzas productivas”… como había dicho José Alfredo Martínez de Hoz en su primer discurso. Esas fuerzas liberadas acabaron con la industria nacional, destruyeron a los trabajadores y corrompieron a sus dirigentes.

¿Vamos camino a repetir esa realidad?.

¿Qué vamos a hacer con la gente que queda en la calle?.

Recuerdo que la primera experiencia conservadora, neoliberal que me tocó padecer fue con la dictadura cívico-militar 1976-82. En aquella época el levantamiento popular se evitó a través de la represión. Muertos y desaparecidos podrían contar la historia nefasta de una etapa política bañada en sangre.

La segunda experiencia la obtuve gracias al gobierno democrático de Carlos Menem, 1989-99. Había ganado las elecciones a través del Partido Justicialista, pero desde el poder representó la antítesis de la Doctrina creada por Perón y con el apoyo popular se dedicó a afianzar la dependencia nacional incrementando la deuda externa y marcando mayor diferencia entre ricos y pobres generando una fuerte injusticia redistributiva.

Este calvario desembocó en el desgobierno de la Alianza. Su especial ineptitud coronó el año 2001 y culminó con el desastre socioeconómico-político más grande que vivió la Argentina.

Después tuvimos doce años de Kirchnerismo de los que no me voy a referir más que para decir que el actual gobierno lo señala como de “pesada herencia”. Pero resulta que lleva tres meses de una administración que sólo busca la destrucción del Estado, porque es la única herramienta que puede hacer frente al verdadero poder que defienden, que no es otro que el poder económico concentrado, para el que gobiernan.

Volver a vivir. Revival. Como le gusta decir al nuevo mandatario, en la lengua que seguramente más conoce, ya que con el castellano no se lleva muy bien que digamos.

Revival. Y yo tengo recuerdos muy fuertes. No soy el único que los tiene. La mitad del electorado no quiere ese “volver a vivir” propuesto por la incapacidad de quienes no tienen ni siquiera plan económico. También pienso en la gente humilde, esa pobre gente que Macri ha visto en cierta oportunidad por televisión o que le han llevado cerca alguna vez, sin que eso lo comprometa demasiado.

Esa gente. Mucha de esa gente ha votado por él, envuelta en la estrategia de un discurso mediático que con grandes titulares manchaban a la década pasada, usurpándole logros u oscureciéndolos.

Tengo recuerdos, fuertes recuerdos de lo que hizo la gente que defiende Macri cuando estuvo en el gobierno y sospecho lo que va a hacer ahora que lo han recuperado, evaluando el desguace de estos tres meses.

Pero también recuerdo cómo, cuánto y la forma en que reaccionó el agredido. Aquella otra gente que sin pan y sin trabajo, despojada de todo, fue capaz de hacerse escuchar aún por sobre el fuerte ruido que producen los medios masivos de comunicación y sus coyunturales siervos.

Por Alberto Carbone