Sin importar la profesión, o el oficio que hoy tengamos, todos fuimos niños, adolescentes y hasta adultos con necesidad de aprender. Todos necesitamos maestros.

Afortunados nos podemos considerar lo que hayamos tenido, cuando nos tocó la situación de “aprender”, una o más maestras y/o maestros con auténtica y verdadera vocación. Seguramente marcaron nuestra vida.

Realizar con dedicación la tarea de enseñar no se limita a la trasmisión de conocimientos, se requiere la habilidad de motivar, interesar y mantener la atención para que el corazón y la mente de quienes reciben esa enseñanza “deseen aprender”, participen activamente, sientan curiosidad, aprendan y aprehendan. Hace falta amor por la profesión para poder descubrir y hacer fructificar habilidades, talentos y destrezas ocultas.

Es la vieja tarea de sembrar y cosechar y también la responsabilidad ineludible de ser un “ejemplo” a seguir.

Los maestros tienen en su honda vocación ese “sentido de misión”.

Gracias a todos los maestros de nuestra vida y la de nuestros niños, adolescentes y también adultos con afán de aprender.

¡FELIZ DÍA DEL MAESTRO!