Fray José Luis Marcelo Beltrán, el "cura artillero de San Martín" nació en San Juan el 7 de Setiembre de 1784.

(Fuente: escritor Juan Pablo Bustos Thames)

Inquieto, inteligente, activo, incansable y enorme patriota, ya desde 1812, año en el que decidió apoyar activamente la revolución chilena contra el gobierno colonial, comenzó con su servicio incondicional a la revolución patria.

El ejército chileno fue derrotado en el combate de Hierbas Buenas en el que sirvió como capellán.

Posteriormente colaboró en los talleres de maestranza del ejército de Bernardo O' Higgins, (quien lo designó, con el rango de teniente, dejándolo al frente de la maestranza trasandina, sin abandonar sus hábitos), dando consejos e instrucciones, para optimizar los resultados del trabajo realizado.

Nuestro querido fraile sirvió en el sitio de Chillán y la acción de Rancagua, en la que el 2 de Octubre de 1814, los patriotas chilenos fueron derrotados por las fuerzas realistas. Esa derrota provocó una emigración masiva de los independentistas hacia Mendoza. Allí fueron recibidos y socorridos por el Gral. José de San Martín. Entre los mil fugitivos volvía también a su patria Fray Beltrán.

Bernardo O'Higgins recomendó al Libertador los servicios de este fraile por sus conocimientos en mecánica, fundición y sobre todo en organización. El 1º de Marzo de 1815 San Martín lo nombró con el grado de teniente segundo del tercer batallón de artillería, al frente del parque y la maestranza del Ejército de los Andes.


Inmediatemente el fraile improvisó un taller y una fragua en el campamento de El Plumerillo. Organizó turnos rotativos para alrededor de setecientos operarios, (artesanos y herreros) el ritmo era frenético. Incansablemente supervisaba y lideraba ese trabajo. En medio de los golpes de los martillos sobre el yunque, resonaban en el campamento sus gritos, dando instrucciones y órdenes a sus obreros. Tal esfuerzo atrofió para siempre sus cuerdas vocales y quedó ronco para el resto de sus días.

Fray Luis Beltrán diseñó unos carros estrechos y livianos (que los soldados llamaban "zorras", por su similitud don ese animal), tenían la extensión de los cañones, con cuatro ruedas bajas, para ser tirados por mulas. Se los empleó para transportar con éxito la artillería por la cordillera.

El taller ganó celebridad por la fundición y fabricación de culebrinas, obuses, morteros y cañones, pero además se fabricaba todo lo necesario: uniformes, zapatos, botas, monturas, estribos, herraduras, municiones, balas de cañón, espadas, fusiles, pistolas, puentes colgantes, granadas, lanzas, elementos de seguridad, arneses, grúas, pontones, mochilas, tiendas de campaña, cartuchos y todo tipo de pertrechos de guerra.

Para lograr ese objetivo, en todo Cuyo se llegaron a fundir campanas de las iglesias, utensilios metálicos, rejas y herrajes. Su actitud, su incansable esfuerzo le ganarían los apodos de "Vulcano con sotana", el "Arquímedes de la Patria" o el "Artesano del cruce".

En un momento el General San Martín le consultó si toda esa artillería podría sortear los escollos para poder llevar a cabo con éxito el cruce de los Andes "Si los cañones tienen que tener alas, las tendrán", le respondió sin dudarlo; y así fue. En reconocimiento a su incansable labor fue ascendido a capitán.

Luego del cruce, su actuación en el éxito de Chacabuco fue tan brillante como en la derrota de Cancha Rayada. Es mismo día Beltrán recuperó el diezmado parque del ejército con ayuda de operarios chilenos. Gracias a su tesón, y su empuje, se alcanzó la victoria en la batalla de Maipú que selló la independencia de Chile.

A pesar de tanta lucha y esfuerzo le tocó vivir ingratitudes y penurias en Perú donde fue víctima de una injusta reprimenda, que incluyó una amenaza de fusilamiento, por parte del líder Simón Bolívar. La depresión lo llevó a un intento de suicidio y luego a un estado de demencia. Gracias a la colaboración y solidaridad de una familia peruana se pudo recuperar y regresar a su patria, en la que siguió brindando sus servicios hasta su última batalla, el 20 de Febrero de 1827 en Ituzaingó.

Debido al precario estado de su salud, solicitó la baja del ejército y dejó definitivamente su uniforme; regresó a Buenos Aires, se reencontró con la oración en la orden franciscana, llevando, el resto de sus días, una vida de penitencia. Falleció el 8 de Diciembre de 1827, a los cuarenta y tres años de edad, vistiendo su hábito característico. Lamentablemente, su tumba no ha podido ser hallada hasta el día de hoy.

En el devenir de su fructífera vida sufrió varias derrotas e injusticias, pero no fue vencido.

Hombre de enorme valor es considerado el PRIMER METALÚRGICO argentino.

Los metalúrgicos se ha transformado a partir de entonces en verdaderos protagonistas del crecimiento y desarrollo de nuestro país. Día tras día su trabajo y su dedicación va forjando la grandeza de nuestra patria, a través del esfuerzo cotidiano.

Este rol primordial y central en nuestra economía ha dado origen a la Unión Obrera Metalúrgica, poderosa fuerza gremial que por su lucha constante y sostenida junto a sus afiliados, fue, es, y seguirá siendo, uno de los sindicatos más fuertes y numerosos de nuestro país.

Con el profundo orgullo y la alegría por el trabajo genuino que vemos en nuestra gente les deseamos:
FELIZ DÍA COMPAÑEROS Y COMPAÑERAS METALÚRGICOS