El 11 de junio de 1580 Juan de Garay fundó por segunda vez la ciudad que denominó “de la Santísima Trinidad”, en el puerto de Santa María de los Buenos Aires.

Solo 7 años después el 2 de Septiembre de 1587 zarpó, rumbo a Brasil, la carabella San Antonio desde el fondeadero del Riachuelo llevando el primer embarque para exportación de nuestra historia, que dio también nacimiento a la Aduana.

Para comprender mejor el contexto en que se produjo esta primera exportación es necesario ubicarse en el momento y el lugar en que ocurrió. Había transcurrido muy poco tiempo desde la llegada de los primeros colonos a nuestras tierras. Apenas 60 años desde el primer asentamiento español en Santa Fe, el fuerte Sancti Spiritu (en 1527); 51 años de la primera fundación de la ciudad de Buenos Aires (en 1536).

En esa época la actual Argentina estaba bajo la jurisdicción del Virreynato del Perú y esa situación de dependencia, tanto política como económica, resultaba terriblemente cara, muy negativa para el desarrollo económico de la región. Los pueblos estaban separados entre sí por grandes distancias, sin la infraestructura necesaria para superar ese inconveniente. No existían rutas marítimas o fluviales, ni siquiera caminos. Es fácil deducir que el transporte terrestre estaba sometido a grandes dificultades, demoras y peligros. Las normas del comercio hispano no eran fáciles de cumplir.

El sistema de comercio impuesto por la monarquía española era así: Las mercaderías salían de España en barco hacia Panamá, en el Océano Pacífico. Se descargaban y se transportaban, cruzando Panamá, hasta la otra orilla, sobre el Océano Atlántico, donde nuevamente se las embarcaba con destino a Lima. Desde allí se las enviaba en mula a Buenos Aires. Después de meses, por fin, llegaban al Río de la Plata costando diez o veinte veces más.

Nuestros primeros compatriotas, “argentinos” por adopción, sobrevivían y se sustentaban en medio de una economía básicamente artesanal y sostenida por la auto-suficiencia económica regional.

En 1556 se introdujo el algodón en nuestro país. Fundamentalmente en las regiones de Tucumán y Santiago del Estero, donde se lo cultivaba, prosperó la mano de obra en obrajes, telares y diversos parajes de producción textil. La zona se constituyó como base del comercio y la economía de la región gracias al valor artesanal agregado, (las rústicas fibras de chaguar fueron reemplazadas por telas de algodón).

Como ya explicamos los traslados hacia el puerto de Buenos Aires eran complicados y muy costosos. Aun así, en ese marco tan adverso, surgió aquella mentalidad emprendedora que fue vital para gestar la industria nacional, de cara al mundo. No fue para nada fácil dar este primer paso. Sin embargo, aquellos primeros pobladores tuvieron la pujanza necesaria para, desde el comienzo de nuestra existencia como futura nación, superada la etapa inicial vital de subsistencia, generar en la adversidad una economía autosuficiente y decidirse a abrir nuevos mercados con los excedentes de sus manufacturas.

Así nació la primera exportación. Se ocuparon las bodegas de la nave con un cargamento fletado por el obispo del Tucumán fray Francisco de Vitoria. Constaba fundamentalmente de productos textiles: frazadas; lienzos, lana; cordobanes; costales; sobrecamas; sombreros. Eran productos y manufacturas provenientes de Tucumán, que habían sido elaboradas en Santiago del Estero.

Sin dudas ese es el espíritu de nuestra industria.

Es por eso que desde 1941 se celebra en nuestro país el 2 de septiembre como el Día de la Industria, en homenaje a la primera exportación realizada aquel 2 de Septiembre de 1587.

Con profundo orgullo podemos decir que en esta fecha se reconoce y se honra al trabajo de hombres y mujeres. A su lucha por prosperar. A su derecho a una vida mejor.

Transcurrieron 430 años de aquel día memorable. Hoy los argentinos debemos continuar con esa lucha y revalorizarla. Levantar las banderas en defensa de nuestra Industria Nacional para que siga generando trabajo, seguridad y justicia social.

Necesitamos fortalecer y apoyar principalmente a la gran cantidad de pequeñas y medianas empresas que son, como aquellos luchadores de los comienzos de nuestra historia, creadoras de mano de obra y puestos de trabajo para los trabajadores y la grandeza de nuestro país.

Los metalúrgicos siempre mantendremos en alto esa bandera con profundo orgullo.